Éste consistía en que el padre frente al larario, según Ovidio: "Cuando se haya lavado las manos en agua de una fuente limpia, se dará la vuelta, tras tomar frijoles negros y arrojarlos tras él; al tirarlos, dirá: "Te ofrezco estos frijoles; con ellos, me redimo a mí y a los míos". Lo dirá nueve veces, sin mirar atrás: se supone que la sombra recogerá los frijoles y seguirá sus pasos, sin ser vista. Nuevamente toca el agua y hace sonar el bronce de Temesa (es una forma de decir bronce puro en roma, pues hace alusión a una ciudad famosa por este metal citado en la "Odisea" de Homero), y le pide a la sombra que abandone su techo. Cuando haya dicho nueve veces: "¡Manes de mis ancestros, salgan!", mirará hacia atrás y juzgará que los ritos se han realizado conforme a las reglas." Mientras con el puño realizaba el gesto de formar la "figa" (véase foto de la mano) que también podían portar como amuleto (hoy en día se vende como un amuleto cristiano por el norte de España, principalmente por los Caminos hacia Santiago, en obsidiana y otros materiales).